'Judith con la cabeza de Holofernes' |
La obras pictóricas del pintor simbolista austríaco, Gustav Klimt marcaron un hito en la historia del arte contemporáneo. Sus musas doradas de cabellos largos y la sensualidad que éstas desprendían siguen enamorando a los amantes del arte.
Aunque estas mujeres semidesnudas fueron retratadas a principios del siglo XX, las pinturas de este artista vienés siguen siendo amadas en la actualidad por su frescura y su aire vanguardista.
Las pinturas de Klimt transmitían cercanía, calidez y una sensualidad inocente, nacida de un desnudo fugaz, de un descuido o de un acto natural. Un erotismo descuidado y bohemio, pero ligeramente premeditado.
Sus musas de piel nívea parecían náyades o ninfas del bosque, vestidas con lujosos y espesos ropajes, que posaban abrazadas, semidormidas y con expresiones cercanas a la melancolía y la dulzura.
Las musas de otros artistas posaban de maneras semejantes, como puede ser el caso de la 'Ophelia' de John Everett Millais (1852) y posteriormente a ellas, 'Las señoritas de Avignon' de Pablo Picasso (1907) y las musas de la pintora Tamara de Lempicka.
El hecho de que retratara mujeres semidesnudas con actitudes insinuantes y poderosas tiene su explicación. En aquella época, la sociedad austrohúngara vivía en la armonía absoluta, un esplendor adormecido con manifestaciones artísticas tan correctas como bellas, siempre acordes con el historicismo. La obligada contención femenina era un reflejo más de la represión sexual de los vieneses, un caldo de cultivo ideal para Sigmund Freud, que desarrolló en esos años sus teorías sexuales sobre el origen de las neurosis.